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Una segunda oportunidad

Una segunda oportunidad

Decenas de personas en riesgo de exclusión social han encontrado una salida laboral gracias al proyecto Recicla para cambiar vidas. Porque donde muchos ven residuos, otros ven una segunda oportunidad.

Primero, revisar los materiales que pasan por la cinta. Luego, separar los lms de plástico de color de los transparentes. Después, los botes y el cartón. Es cierto, el olor es un poco molesto y  por qué negarlo sus piernas se resienten de estar todo el rato de pie, pero Laura parece feliz. Esta sevillana de 37 años trabaja en una planta de selección de residuos cerca de Alcalá de Guadaíra. Su vida ha dado un vuelco desde que la contrataran, aunque fuera de forma temporal. «Yo antes estaba sin un duro, no encontraba trabajo, me llegaban las deudas… No dormía por la noche. Y con una niña pequeña… Estaba desesperada», nos cuenta en una conversación telefónica.

Laura llevaba cinco meses sin recibir ninguna ayuda social cuando, hace algo más de un año, se animó a hacer un curso de gestión de residuos dentro del proyecto de inserción social Reciclar para cambiar vidas, impulsado por Ecoembes en colaboración con centros de integración social (CIS), centros penitenciarios, distintas ONG y varias empresas del sector del reciclaje. En una de ellas está Laura empleada hoy.

«Ahora tengo una nómina y puedo pagar un techo, la luz, el agua… Vamos, que más que sentirme bien, me siento como una persona normal que puede comprarle un capricho a su hija. Como todo el mundo, tengo mis problemas: no dedico a mi niña el tiempo que me gustaría y estoy separada. Pero lo llevo lo mejor que puedo. Como llevaba lo mejor que podía mi situación anterior», se sincera. También nos cuenta que tiene dos compañeros nuevos; se han incorporado esta semana y ambos acaban de salir de la cárcel. «Han llegado muy ilusionados por tener un trabajo. Hayamos estado o no en la cárcel, muchos hemos vivido situaciones de exclusión».

trabajo

Del mismo curso de formación que realizó Laura se han beneficiado, entre 2014 y 2015, otras 1.534 personas: 1.374 de ellas procedentes de 46 centros penitenciarios y 160 de cuatro Centros de Integración Social, con internos de segundo y tercer grado, así como de tres fundaciones que trabajan con personas en riesgo de exclusión en otros ámbitos. De los 150 alumnos que realizaron prácticas en empresas, 41 han encontrado trabajo. Hablamos de una empleabilidad del 37%.

El proyecto, que surgió cuando Ecoembes comenzó a hacer la recogida selectiva de residuos de envases en los centros penitenciarios, es posible desde la colaboración con la Entidad Estatal de Derecho Público, Trabajo Penitenciario y Formación para el Empleo (TPFE) y gracias a la cofinanciación del Fondo Social Europeo y pretende aprovechar las oportunidades laborales que ofrece el sector de los residuos para ayudar a que personas de entornos vulnerables tengan otra oportunidad. Desde la Cátedra de Ecoembes, en la Universidad Politécnica de Madrid, se encargan, con el apoyo de técnicos de Ecoembes, de la elaboración de las unidades didácticas y trabajan mano a mano con los profesores, la mayoría titulados del Máster de Gestión Sostenible de Residuos que imparte dicha universidad.

SAL
El Servicio de Acompañamiento Laboral (SAL) se encarga de la preselección de los internos candidatos a recibir el curso y del tutelaje durante sus prácticas para asegurar su adaptación al puesto de trabajo asignado.

Ángela García es, junto con Rosa Chávarri, coordinadora del proyecto. Guarda una retahíla de anécdotas dispuestas a ser compartidas. Revive un caso que le marcó especialmente: «Recuerdo perfectamente a una chica que tenía muchos problemas personales y familiares y había logrado sacar a tres hijas adelante. No tenía recursos; le habían cortado el agua, pero todas las mañanas iba a una fuente cercana para poder llevar botellas a la nevera. Lo hacía sin que sus hijas se enteraran. Lo poco que le quedaba lo dedicaba a pagarle a una de ellas clases de ballet. La recuerdo ahí, muy menudita, en una instalación haciendo sus prácticas. La oportunidad de desempeñar una función y de llevar una vida un poco más tranquila significó mucho para ella, y en la empresa estaban encantados con su trabajo».

No es de extrañar: el temario del curso requiere hincar codos. «Les enseñan desde qué hace Ecoembes a temas relacionados con la legislación, los materiales y residuos peligrosos, los riesgos laborales, etcétera. Los profesores están muy formados; han hecho el Máster y conocen de sobra el temario. Es gente a la que le gusta dar clase, algo necesario porque tienes que estar muy implicado», explica García.

«En los centros penitenciarios, muchos de los internos son reticentes a realizar el curso ven el libro, que hay que ir cuatro horas al día a clase durante dos meses y medio y de primeras lo rechazan, pero, por lo general, luego salen encantados», continúa la coordinadora, que asegura que el curso les sirve de formación pero, sobre todo, de reto personal. «Es tremenda la ilusión que tienen cuando salen y se ponen a trabajar».

No todo son bondades. El escenario de la cárcel interpo- ne ciertos obstáculos. Por motivos de seguridad, no pueden salir del centro en grupo; tampoco entablar relaciones personales con los profesores. Además, poner en práctica lo aprendido resulta complicado sin tener opción de salir del recinto para tener una experiencia laboral. «A veces, con el permiso de los funcionarios, salen al muelle de carga en compañía del profesor, desde donde el camión se lleva los residuos. También con la autorización de los funcionarios, que siempre colaboran con los profesores, les llevan algunos residuos plásticos difíciles de distinguir para que apliquen los conocimientos adquiridos», cuenta García.

Las palabras de la coordinadora transmiten pasión por la iniciativa: «Aunque los internos no puedan contar a los profes nada, ni siquiera por qué están allí, el cariño que les cogen es impresionante. A veces hacen manualidades y se las regalan. Y el día en que naliza el curso llevan comida para hacer una pequeña esta. No te imaginas: algunos han pasado de no querer ir a clase a pedir al profesor que, por favor, les fotocopiase el diploma, porque nunca antes habían sacado un sobresaliente o porque no habían aprobado un examen desde los doce años». Los resultados hablan por sí solos: la tasa de aprobado asciende al 86% y la nota media es de 8,2.

G. C. es uno de los alumnos que empezaron el curso con escepticismo: «Al principio, no pensaba que el reciclaje nos iba a descubrir un mundo tan amplio y enriquecedor donde, además, hay tantas posibilidades laborales de futuro. Para nosotros, que estamos en un régimen de semilibertad en el CIS y que llevamos tanto tiempo desconectados del mundo laboral, este tipo de experiencias formativas nos van a ayudar mucho a encontrar un empleo y así poder recuperar nuestro lugar en la sociedad».

Desde Ecoembes, explican que Reciclar para cambiar vidas es, sencillamente, el resultado de implementar lo que mejor saben hacer: colaborar y reciclar. Con el objetivo de generar un mayor impacto social desde la colaboración con las empresas del sector de los residuos grandes operadores, plantas de selección, recuperadores, recicladores o puntos limpios. Reciclar para cambiar vidas ha logrado la cuadra tura del círculo: fomentar la integración social y laboral, reforzar el sector de gestión de residuos y concienciar sobre el medio ambiente.

«Recientemente retoma Ángela García su larga lista de anécdotas, me contaba un profesor que uno de los internos se pasó todo el día con un envase en la mano, trasladándolo de un lado a otro, porque en su módulo no había un contenedor amarillo. Era el mismo alumno que, el primer día de clase, le dijo desa ante que tiraría la basura al cubo que tuviera más cerca». Otros internos que antes de entrar en la cárcel ya habían tenido alguna experiencia laboral en el sector de chatarreros, por ejemplo ven al curso una salida práctica y, como ya tienen los papeles de gestor autorizado de recogida de residuos, están pensando en montar su propia empresa de reciclaje cuando estén en libertad. Porque donde muchos ven residuos, otros ven una oportunidad.