Economía circular

El ocaso del carbón

El ocaso del carbón

La minería española se extingue. Y, con ella, el uso del carbón como fuente esencial de energía. La necesaria descarbonización de nuestras economías y la irrupción de las renovables anuncian una nueva era a la que los combustibles fósiles no están invitados.

Es extraordinario vivir en un país que tiene carbón bajo sus pies y que puede prescindir de ir a buscarlo…». La escritora francesa Yasmina Reza escribió esta reflexión en su obra En el trineo de Schopenhauer el mismo año en que se firmó el Acuerdo de París: 2015. Acaso sin saberlo, sus palabras resultaron proféticas. El carbón, ese mineral que hizo posible la revolución industrial, sin cuya intervención las sociedades modernas no habrían existido, agoniza. Y es necesario que así sea. En 1990, un total de 234 empresas operaban en el sector del carbón, con más de 45.000 trabajadores que producían más de 19 millones de toneladas. Quince años después, se contabilizaban únicamente 15 empresas dedicadas a esta actividad, con poco más de 3.000 empleados y una producción de apenas 3.000 toneladas. La eliminación de las ayudas públicas a la producción de este mineral tiene mucho que ver en estos resultados.

Lo cierto es que nuestra manera de relacionarnos con la energía ha cambiado radicalmente. En los primeros meses de 2019, según datos de Red Eléctrica, el carbón se situó en España en sexto lugar como fuente productora de electricidad (14,5%). La energía eólica ocupó el primer puesto (24,8%), seguida por la nuclear (24,7%). Ya en diciembre de 2018, el consumo de carbón fue superado por el de gas, que jugará un papel comodín durante la próxima década de cara a acometer la transición hacia un futuro descarbonizado.

«El mundo funcionará sin carbón en un futuro pero, de acuerdo con nuestros análisis, continuará siendo parte de la combinación energética en las próximas décadas. Las dificultades para reemplazarlo en algunas aplicaciones industriales, la gran flota de generación de energía de carbón joven en Asia y la gran dependencia que algunos países tienen de este recurso explican este hecho», asegura Carlos Fernández Álvarez, analista de la Agencia Internacional de la Energía (IEA en sus siglas en inglés).

Si bien la Comisión de Expertos para la Transición Energética coincide y prevé la desaparición del carbón del mix eléctrico en 2030, otros expertos no tienen tan claro que sea posible eliminarlo de nuestro sistema energético, al menos no tan rápido. Así lo sostiene Pedro Iglesia, presidente de Carbunión, la asociación de empresas mineras del carbón: «Dejar de emitir CO2 es complicadísimo. Consumimos más energía que el año pasado y, a 1 de enero de 2019, las explotaciones mineras españolas han dejado de producir carbón, salvo una pequeña explotación en Asturias vinculada a la empresa pública, Hunosa. En estos momentos, de los tres mil mineros que quedaban, solo unos trescientos están en activo. ¿Y qué hemos hecho? Hemos dejado de quemar carbón para quemar gas, que también emite CO2.

Necesitamos carbón, pero hemos perdido las reservas nacionales y ahora tenemos que importarlo». A pesar de ello, el cumplimiento de ese histórico acuerdo firmado en París en 2015, que busca evitar un calentamiento por encima de los dos grados centígrados en el planeta para asegurar la supervivencia humana, exige la descarbonización de las economías para 2050. Los datos de Greenpeace son tajantes: en 2030 el carbón será el responsable del 60% de las emisiones de CO2 en el mundo si continúan los planes internacionales de construir nuevas centrales térmicas. Solo en España, este tipo de centrales emitieron, en 2016, 36 millones de toneladas de CO2.

Un dato más: estas centrales provocan más de medio millón anual de ataques de asma por la contaminación que generan. Pero, incluso sin atender al desafío del cambio climático, el uso del carbón sería, más tarde o más temprano, un problema, como apunta Jaume Morron, consultor experto en energía: «La crisis climática nos encamina hacia la generación de energía descarbonizada pero, de no existir, también tendríamos que ir hacia este modelo, porque los recursos fósiles son finitos y, por tanto, a medida que se van gastando son más escasos y más caros. El reto es saber en qué plazos se puede hacer efectivo el coste eficiente de las energías alternativas, pero la buena noticia es que los Gobiernos del mundo están por esta labor, incluso los más fósiles».

Jaume Morron «La buena noticia es que los Gobiernos del mundo están por la labor de descarbonizar sus economías, incluso los más fósiles»

Fernández aboga por impulsar la economía circular como mecanismo capaz de transformar en sostenible no solo la economía europea, sino también la española. «Europa y España necesitan incorporar plenamente el modelo circular para contar con una economía sostenible, de bajo carbón, eficiente y participativa». Precisamente, una de las líneas principales en las que trabaja la economía circular es la de fuentes renovables y biomasa. Tal y como apunta el experto del IEA, una variable que habrá de modificarse son los peajes de acceso a la electricidad, que la hacen «artificialmente» cara respecto a otras fuentes alternativas y que ralentizan la descarbonización. Esto no solo incentivaría el autoconsumo, también permitiría avanzar hacia la electrificación de la economía. «Es vital conseguir un sistema energético basado cien por cien en las renovables. Y es posible. Hay que aprovechar la fecha de 2024, que es cuando concluye la licencia de explotación de las nucleares, para realizar la transición.

Carlos Fernández «Europa y España necesitan incorporar plenamente el modelo circular para contar con una economía sostenible»

Los estudios que hemos realizado demuestran no solo que es posible, sino que es mucho más rentable, tanto desde el punto de vista económico como desde el de la salud. Habría que electrificar parte del transporte, impulsar el transporte público y compartido, con lo que ahorraríamos muchísima energía y nuestras ciudades serían mucho más saludables», explica Tatiana Nuno, responsable de Cambio Climático de Greenpeace. «En el pasado, España ha sido pionera en el desarrollo de renovables, ha tenido empresas tecnológicas punteras en este sector, pero después de pasar por un periodo oscuro que ha frenado ese desarrollo, el país está recuperándose y conseguirá, con voluntad política, una descarbonización de su economía. La sociedad, además, es consciente de que no es posible una vuelta atrás», matiza Morron.

¿Se perderán puestos de trabajo?

Si un sector como el del carbón o cualquier otro se desmantela, es lógico que se pierdan empleos, pero la solución no es enrocarse. Donald Trump basó buena parte de su campaña electoral en la defensa del modelo extractivo minero aludiendo a esa pérdida de puestos de trabajo. Sin embargo, su política antirrenovables no parece que esté frenando el crecimiento progresivo de estas tecnologías: según un informe de la consultora GlobalData, las renovables se duplicarán en Estados Unidos y en 2030 representarán el 30% de la capacidad instalada. «En Estados Unidos, todos, salvo su presidente, se han dado cuenta de que los empleos de las energías renovables superan con muchísima diferencia a los empleos generados por el carbón y los combustibles fósiles; está documentado», apostilla Morron.

La cuestión es si un asunto tan delicado como el cambio climático se puede plantear como un binomio empleomedioambiente. «No, no se debe, sobre todo teniendo en cuenta que España es de los países más afectados por los efectos trágicos del cambio climático. Además, según datos de la Organización Internacional del Trabajo, se crearán 24 millones de puestos de trabajo si se cumple el Acuerdo de París (dos millones y medio en el territorio europeo) en 2050. En resumen, cuatro nuevos empleos por cada empleo destruido en el sector carbón. En España, los análisis apuntan a que, en 2030, habrá 132.000 nuevos empleos que, a su vez, atraerán cien mil millones de euros de inversión. Y eso solo cumpliendo los objetivos mínimos…», asegura Nuno.

Los expertos coinciden: en el cómputo final, las renovables generarán más empleos de los que destruirá la minería en España. El próximo Gobierno tiene una ardua tarea sobre la mesa. El Plan Nacional de Energía y Clima 2021-2030 tendrá que aprobarse y comenzar a ser efectivo si queremos caminar hacia ese (único) futuro descarbonizado. Las plantas de carbón aceleran su extinción y la mayor parte de las que quedan en activo podrían cerrar en junio de 2020 si el ministerio correspondiente agiliza los permisos. La normativa de grandes instalaciones de combustión prohíbe a todas las plantas que no hayan realizado las inversiones en desnitrificación seguir operando a partir de esa fecha, pero los precios del CO2 han provocado que los cierres y reconversiones se apresuren. Este panorama contribuirá a una economía libre de emisiones para 2050 en la que un 70% de la electricidad consumida en nuestro país sea de origen renovable. No solo es un escenario deseable: es el único posible.