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Los desafíos de las organizaciones en su camino hacia la circularidad

Los desafíos de las organizaciones en su camino hacia la circularidad

La Unión Europea inició en 2015, sobre la base de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) aprobados por Naciones Unidas, un camino sin retorno que concluyó en marzo de 2020 con la aprobación del nuevo Plan de Acción para la Economía Circular. Un proyecto que, además, se acompañó también con escalas intermedias tan relevantes como el Pacto Verde Europeo. Todo ello para alcanzar la neutralidad climática en el año 2050 mediante el paso de una economía lineal a un modelo en el que la circularidad de los recursos pase a ser la verdadera seña de identidad de los procesos productivos y de los hábitos de consumo.

Puede considerarse, por tanto, que la circularidad se ha imbricado en la actividad económica como una de las variables más relevantes, y es obvio que uno de los factores que más han influido en esta tendencia ha sido el nuevo marco regulatorio adoptado en el seno de la Unión Europea.

Así, se hace imprescindible una regulación ágil y sencilla para regular los conceptos de subproducto y el fin de la condición de residuo, de manera que, garantizando las imprescindibles exigencias ambientales y sanitarias, se limiten al máximo las cargas burocráticas requeridas para que los productos resultantes se puedan volver a introducir en nuevos procesos, tal como exige la circularidad. Esta es la línea que pretende seguir el Proyecto de Ley de Residuos y Suelos Contaminados que actualmente se está tramitando en el Parlamento. No obstante, y en línea con lo que se ha solicitado en alguna de las enmiendas presentadas durante la tramitación en el Congreso, sería deseable incluso una mayor agilidad de los procedimientos, de modo que pudiera darse plena validez a la declaración efectuada por las comunidades autónomas.

En segundo lugar, una de las claves sobre las que descansa la economía circular –la experiencia de más de 20 años de aplicación práctica así lo demuestra– es la responsabilidad ampliada del productor y la simbiosis perfecta de los instrumentos económicos y ambientales, los cuales permiten alcanzar los más altos objetivos de reciclado y valorización. Siempre, claro, en un ejercicio de responsabilidad compartida entre todos los agentes que intervienen en la cadena: desde los responsables de la primera puesta en el mercado de los productos hasta el consumidor final, junto a otros agentes como los distribuidores y comerciantes o las propias administraciones públicas. En este sentido, la nueva Directiva Marco de Residuos contempla una regulación completa de los requisitos mínimos que deberán cumplir todos los sistemas de responsabilidad ampliada del productor, del que puede destacarse la exigencia de aplicar criterios de ecomodulación –es decir, criterios de diseño favorables a la ecología– para determinar el importe de las cantidades que deben aportar los productores para financiar las obligaciones derivadas de la gestión de los residuos. Y también el Proyecto de Ley de Residuos y Suelos Contaminados aporta aquí nuevas herramientas al contemplar, por ejemplo, que las exigencias de utilización de material reciclado en determinados envases de plástico puedan facilitarse mediante mecanismos que pongan en marcha los sistemas de responsabilidad ampliada del productor.

Por último, no podemos dejar de destacar la importancia de los instrumentos económicos y fiscales para la correcta aplicación de la economía circular. Desde el punto de vista económico, basta recordar que los 800.000 millones de euros –en virtud de los Fondos Next Generation–  que la UE va a entregar a los 27 Estados miembros durante el trienio 2021-2023, se enmarcan dentro de la Estrategia del Pacto Verde Europeo y tienen como uno de los elementos más significativos la exigencia de que los proyectos a financiar favorezcan el crecimiento sostenible y el desarrollo de una nueva economía verde.

Los recursos del planeta, en fin, son finitos, y solo cerrando el ciclo mediante instrumentos de economía circular podremos dejar a las generaciones venideras un entorno mejor que el que nosotros recibimos. Se trata, en suma, de hacer realidad ese maravilloso reto del desarrollo sostenible, cada día más vigente y más necesario, por más que hayan pasado ya 35 años desde que lo formulara Gro Harlem Brundtland.